domingo, 21 de junio de 2009

"Ya son adultos".

Alguien puede perder su trabajo por revelar información,
por hablar de más,
por no callar lo que sabe que tiene que callar.

Ese alguien lo sabe,
el periodista que le pregunta lo sabe,
hay un acuerdo,
un silencio pactado...

No es raro escuchar algo así:
"tranquila señora, de aquí esto no sale".
Así se accede a una verdad,
y en ese instante,
la persona pierde el trabajo sin saber.

En la redacción, minutos más tarde,
la editora, desde su oficio fuerte,
controla los flujos de lo conseguido,
determina qué se calla, qué no.

Juega con el destino laboral y vida,
de personas que confiaron en un silencio,
y que serán sacrificadas para dar con
"la verdad"

¡Son adultos, saben qué decir y qué no!

¿Es? ¿Confiar en un periodista cosa de adultos?
Más bien parece de niños,
que aun no conocen la dinámica,
y que a la merced de ayudar y comunicar
ponen en riesgo su propio sustento.

Qué peligroso este trabajo
que parte de engañar a quien te ayuda
de lavarte las manos bajo el pretexto de la adultez
en tiempos en los que ser adulto
solo es sinónimo de tontería.

2 comentarios:

Miguel Arturo Domínguez dijo...

Totalmente de acuerdo Ale. Creo que esa visión de "son adultos, saben lo que hacen" refleja la parte más dura del oficio. Afortunadamente, creo que todavía hay unos cuantos que le apuestan a la parte humana del periodismo.

Saludos, da gusto leerte más seguido!!!

Miguel

BaDiHa dijo...

El periodismo sin un sentido de función social o de servicio a la sociedad . . . pierde su sentido.
Hacer perder el laburo a alguien, no es parte de nuestro oficio, por supuesto mientras no sea un profesor abusador de niños!
Saludos!