viernes, 8 de agosto de 2008

Voz acallada del peón...

Edgar Paz, ingresó a una oficina de pensiones Porvenir en el centro de Bogotá, desesperado, sin pensión. Edgar Paz salió de ahí 1 hora y media después, directo adonde el juez oficializando su posterior traslado a la Picota por muchos años venideros.

Traicionado por un ejercito que no le retribuía su derecho a pensión, ya de viejo, buscó llamar la atención de la peor manera, con una granada en su mano, buscó atraer a las voces de lo guiado por intereses para que le ayudaran con el suyo. El suyo, el de su mama enferma, el obtener de algo de retribución para lo que él había hecho por el país. O por sus mandos superiores. O por ganarse el pan, y el derecho a pensión.

Edgar Paz tenía mucho para contar, y estaba ya decidido a contarlo. No era la primera vez que sufría por no tener pensión. Ya era una costumbre, no tener. Y cada hombre tiene un punto de quiebre. Para esos hombres que saben demasiado, y se sienten traicionados, el quiebre es comunicar, hablar, exponer, denunciar. ¿Por qué mantener lealtad a quién lo deja morir de hambre?

Edgar Paz no quería lastimar a nadie, pero el precio circunstancial pagado por cada quien esa mañana, por estar en esa oficina, ese día a esa hora, fue el de las inevitables consecuencias psicológicas que deja en las víctimas el ser secuestradas –por solo 5 minutos o 5 horas-.

NO iba a detonar esa granada. Necesitaba ser escuchado y habiendo sido militar por gran cantidad de tiempo apeló a lo aprendido, a la fuerza del miedo, a las posibilidades de atención que genera. Tenía ocho páginas de mensaje para un país callador y mira-pal-otro-ladista. Escogió una vocero, que hizo un gran trabajo leyendo bajo tremenda presión, con una granada de fragmentación a escasos 30 centímetros.

¿El mensaje? Una historia descrita desde los tempranos 80’s sobre el peón protagonista de una guerra sucia, oscura para el país pero tremendamente abierta para los militares y sus objetivos. El público que seguía la transmisión en radio en el cual me incluyo, o televisión, comenzó a vivir la angustia reveladora del relato y los hechos. Incluso los medios (a través de la comisión nacional de televisión) empezaron a sentir angustia. Pero este no era cualquier momento. Este era el momento donde los medios se revelaban ciertos e independientes.

Con algo de responsabilidad social, y relevancia un periodista no hubiera podido decir al aire algo como Gustavo Gómez, locutor de Caracol Radio y ahora columnista de El Espectador, se atrevió a decir justo antes de cortar la transmisión: “Este hombre no está diciendo nada importante y les diremos cuando lo haga” ¿Por qué no me deja escuchar y hacerme a mi propia opinión? ¿Peón de la comisión? Sin duda.

Un peón que sabía exactamente lo que iba a suceder. A Edgar Paz se le iban a abalanzar agentes encubiertos, neutralizando su acción sobre la granada, apagando el peligro de muertes en Porvenir, pero más importante, apagando la voz que tanta verdad pesada estaba transmitiendo. En la básica RCN, a la cual tanto palo le doy por simple asocio de nombre con RCN televisión, y la cual encontré en medio del frenesí que me generó la doblegación de Caracol; recibí la triste satisfacción de escuchar el relato del hombre leído por su rehen hasta el momento en que los agentes actuaron apagando al miserable sin pan pa’comer.

Edgar ahora irá a prisión durante 30 años, y nuestras más positivas expectativas apuntan a que no llegue al segundo con vida.

Unas tres páginas, creemos, las más tremendas y relevantes de su relato, jamás serán leídas. Pero lo que antes de ser acallado este hombre reveló debería darle escalofríos hasta al más ingenuo colombiano. Yo.

No hay comentarios: